JUAN SASTURAIN :: Los sentidos del lector

LE PUSO LETRA AL MAESTRO BRECCIA, VIÑETAS EN BLANCO AL TOMI Y LA CARA A VER PARA LEER. PUBLICA RELATOS, NOVELAS Y VERSOS PARA CHICOS Y GRANDES, EN FOLLETÍN O CON ENCUADERNACIONES PREMIUM. ADEMÁS, GOZA DE UN TIEMPO COMPARTIDO EN LA CONTRATAPA DE PÁGINA/12 Y PREPARA UN ALUVIÓN DE LANZAMIENTOS. USTED LO CONOCE, SEÑORA, AUNQUE NO TANTO COMO CUANDO TERMINE DE LEER ESTA ENTREVISTA.


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Producción: Soledad Arréguez
Entrevista y textos: Marcelo León
Fotos: Mariana Pantotis

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En general, a un escritor se lo detecta al llegar porque casi siempre viste con saco, aún en las peores combinaciones imaginables con el resto de su indumentaria. Mesa redonda, presentación de libros, incluso entrevistas, allí está el escritor, sus reflexiones en torno a las palabras, y su saco.
Sasturain es un rara avis. Prefiere reemplazar esa baticapa de ejecutivo de las letras por una perenne campera antitodo (frío, lluvia, tal vez balas) de cuero marrón. Y también prefiere la conducción en televisión, las historietas, los policiales negros, el fútbol de toque a lo ancho del campo y los bares notables, como la Puerto Rico, lugar al que llega puntual y apurado y con una declaración que explota ni bien nos decimos hola: “el público lector no existe”. Así las cosas, no quedó más que pedir café.

– ¿Le queda tiempo para leer?

– La paradoja es que si vos haces un programa de televisión, haces reportajes, te la pasas hablando todo el tiempo y hablas de la lectura y de la escritura, precisamente la actividad que desarrollás es la que la impide: mientras hablás ni escribís ni leés, mientras hacés televisión no leés ni escribís. Estás hablando de una actividad o paralela o desfasada en el tiempo. Nuestra práctica, a través de la cual nos definimos, nos expresamos o ganamos la vida, tiene una relación de fricción o de colisión con nuestros sueños, con nuestros deseos y la supuesta identidad. Alguien que se siente y se piense como escritor lo formula mientras no lo hace. Yo hablo de la escritura y de la necesidad de leer por televisión cuando el mensaje tendría que ser: ¡apaga la televisión y ponete a leer! Que Ver para leer sea un programa de televisión que funcione no significa que la gente lea, ni que el programa motive la lectura, no hay seguridad de eso. Lo único verificable es que hay un programa que habla de libros, pero no quiere decir que desde ahí haya un paso siguiente. Creo que hablar de libros en la tele como lo hace este programa es casi un momento previo a la incitación a la lectura. Es validar a los libros como existentes y no como ovnis, sino como cosas de uso; es ponerlos en circulación. Que me hablen de libros es una operación distinta a leer.

– ¿Como lector puede abstraerte del rol de editor, del que lee para escribir, para leer por el gusto de hacerlo, fuera del oficio?

– Sí, aunque a veces esto se da desfasado. Por ejemplo, este año tengo que hacer el programa girando por el tópico del Bicentenario, y por momentos fue un regreso a textos conocidos, y a veces fue un regreso a la sensación del descubrimiento, encontrar zonas nuevas. Nuestra historia permite múltiples lecturas. La literatura en general no es el discurso de la historia, sino el de la ficción. A veces fue una limitación y a veces un estímulo. Hay que encontrar el equilibrio con eso.

Los frascos del boticario

– La historia y la historia de nuestra literatura suelen quedar atadas a un calendario escolar que muchas veces tarda en reacomodarse.

– Ambas son necesarias. En tanto existe la memoria colectiva, el Estado, la institución escolar, son necesarias para las formas de la sociedad. La literatura, aquello que reconocemos como géneros o aproximación y como manera de manipulación de la realidad por el lenguaje, a veces coincide con esa visión y a veces no. Es más o menos anómala, a veces incorrecta, según los criterios de la época o los consabidos. Lo lindo es ver los acercamientos y el grado de contigüidad de las versiones literarias respecto a las académicas, teniendo en cuenta que los criterios con los que se han construido han conformado un sentido común o una versión oficial de la historia que suele coincidir en general con el sentido común y la versión oficial de la historia de la literatura. Entonces cuando uno rasca un poquito más, no demasiado, ve que hay muchas versiones. Y entonces se encuentra con la sistematización extendida, las periodizaciones que buscan organizar y etiquetar cada aspecto o momento de la historia. Esos frascos etiquetados son inevitables y lindos de romper, descubrir cuántas lecturas se puede desprender, cómo se pueden conectar o relacionar las cosas que en principio parecen alejadas o distintas. Hay determinados frascos que siempre van a ser muy chicos, por eso uno debe tratar de acostumbrarse a no pensar en esos términos o categorías (movimientos, géneros) antes que indagar en la realidad de las cosas. Eso es una aberración. Por eso creo que es un buen mecanismo considerar la complejidad y la heterogeneidad del presente, y tratar de imaginar cómo va a ser leído en el futuro. Y descubrís que cualquier lectura “por categorías” va a ser parcial, fragmentadota y va a pretender pegar cosas entre sí aún con muy poco en común.

– El Best Seller despreciado por las academias de hoy puede ser el santo grial de las generaciones de lectores futuras.

-Es que la literatura no es una manera de escribir: es una manera escribir y de leer. ¿Qué es para nosotros el Popol Vuh, la Biblia? Son textos que de acuerdo a como sean leídos pueden ser religiosos, pueden ser textos poéticos si los leo desde la configuración de las palabras, puede ser documentos históricos. No podemos reconstruir la intencionalidad original, pero afortunadamente no se agota un texto en esa intencionalidad original, porque en la cualidad misma de las palabras está la capacidad polisémica, todo aquello que aquel que tiene buena lectura pueda codificar. ¿Qué era el Quijote para Cervantes? No era la obra en la que había depositado su esperanza como literato. Toda su expectativa de renombre la había puesto en La Galatea. En cambio escribió un texto en joda, en un lenguaje popular y sin saberlo, como suele suceder, creó la novela moderna… (Risas) No sabemos cuales son los clásicos que se están escribiendo hoy. En nuestra literatura tenemos el Martín Fierro, que es un texto producido en los bordes de la literatura de ese entonces, no visible como texto literario, y luego las sucesivas lecturas lo fueron acomodando y colocando en un sistema: primero Lugones lo coloca en un lugar de épica primordial y fundacional por la necesidad de crear un arquetipo de nacionalidad por su política histórica desde el comienzo del siglo XX. Luego fue releído inteligentemente por Borges y es releído ahora. Eso no se agota.

Tiki tiki y cartón pintado

Aceptando el desafío, uno puede imaginar a los teóricos del futuro ubicando el muñequito con la cara de Sasturain en un mismo estante junto con los de Fontanarrosa, Dolina o Soriano. Y no por una afinidad literaria impecable ni mucho menos, sino por esa comunión en el gesto laboral que les ha permitido el derrotero por diversas plataformas de publicación y que tranquilamente tendrían el punto de encuentro en un café, hablando, opinando y discutiendo por horas. De fútbol, claro. El reciente lanzamiento de La patria transpirada es apenas una chispa que enciende el nuevo rumbo de la charla.

-¿Le gustó el Mundial?

-Sí, muy lindo. Más lindo que el anterior. He escrito mucho sobre fútbol y lo sigo haciendo. La patria transpirada es un libro precisamente sobre el fútbol vivido y los mundiales vividos desde la experiencia personal, del gusto personal y de la historia que transcurre. La vida cotidiana durante esos mundiales, la vida política durante esos mundiales, el recuerdo y las escenas que han decantado en la memoria, que son representativas de eso. Y las circunstancias personales: dónde estabas, quién eras, con quién te identificabas, por qué medio lo seguiste. Para los argentinos que somos futboleros la periodicidad de cuatro años es muy fuerte.

-¿Cuáles son sus primeras impresiones de Sudáfrica 2010?

– Siento que este año los aspectos más penosos del patrioterismo se han potenciado con el Bicentenario, y luego con el Mundial. La cuestión de la celebración patria se ha potenciado más en este año, la elección por parte de las autoridades de la AFA de Maradona como técnico es incluso más que eso: es el mito sobre el mito. De esa manera, cuando se habla de Maradona se habla de todo. Es difícil discriminar del discurso todas las cosas que Diego significa y connota. Es rico para saber.

– Maradona parecía el más dolido, la peor víctima por no haber sido campeón.

– Eso es porque lo recibe todo a modo personal.

– Aun así hay una victoria en Maradona. Creo que en este Mundial hubo un sinceramiento de gran parte de la gente que cambió y lo acepta como ícono de lo argentino.

-Es una vuelta de tuerca de una relación conflictiva. Podemos caracterizarlo como un sobreviviente de segunda mitad de siglo, representa ese pedazo de la Argentina, además de muchas otras cosas. Hay un discurso que piensa que merece la muerte por incorrecto, un discurso ético que dice “¡que hijo de puta, encima ahora la gloria!” Me parece que es un rasgo muy característico de Diego, y que se ha convertido de a poco en el rasgo característico de los que se han destacado con el correr de los años, en las últimas décadas sobre todo: la capacidad del argentino como todo terreno. Entonces se desparrama el mito de que hay campeones argentinos en todos lados. No estamos hablando de realidades, y eso es lo que circula hoy en día. Antes la idea extendida era el argentino triunfador por individualista creativo. En términos futboleros, eso se ha ido corriendo un poco. Pensemos en el cholito Simeone que es un modelo arquetípico de los noventa, y esa figura del argentino sobreviviente que en cualquier lugar del mundo sale con el cuchillo entre los dientes, y es mezcla de coraje, picardía, y todo vale. Esa es la figura que ha ido decantándose a partir de una visión posiblemente más autocrítica y hasta un poco orgullosa de nuestro pasado como sociedad, al menos en la construcción de los mitos.

– Los medios extranjeros no podían con su indignación por las conferencias de prensa de Maradona, mientras que para los argentinos del Diego Mundialista fue casi un redimido, una seda comparado con su archivo…

– Es que Diego es un modelo redondo, y es completamente nuestro. Hablando en términos puramente futboleros, creo que estamos en una etapa refundacional en la cual no creo que Diego sea el mejor vehículo. Creo que estamos, en términos futboleros en un momento semejante al de 1974. El fútbol ya está en una crisis prolongada, que seguramente se parezca a la decadencia. Y no me refiero a los resultados, sino al juego, que es cada vez peor. Ahora tenemos el argumento de que las ligas son muy competitivas. Claro que lo son, y juegan muy mal. Es horrible nuestro fútbol, y eso tiene que ver muchos factores que son extra futboleros, desde la organización de los campeonatos hasta las finanzas que hace que básicamente los jugadores no estén más acá. Hay mil y pico de jugadores de entre 18 y 35 años que están en el exterior, y en el país hace tiempo que se está destruyendo el mecanismo que posibilitaba la aparición de jugadores. Los cambios para mejor son variantes extra futboleras, que tendrían que ver con el futuro de la sociedad, nuestra economía, nuestra política. Todas estas cosas son nuestro patrimonio.

– Los campeonatos serán feos, pero uno los sigue igual.

– Es verdad. Este año me entusiasma poder ver a Borghi y a Cappa dirigiendo a los dos equipos más grandes, porque son tipos que ven bien las cosas, que defienden los valores que vale la pena alimentar, resguardar y transmitir, una prioridad del juego, el respeto por el valor de la competencia en el buen sentido, fuera de las trampa, la especulación, el resultadismo. Les gusta hablar de táctica, no se hacen los misteriosos.

Una delgada línea de tinta

– ¿Qué tan arduo le resulta el trabajo en los medios, siendo enemigo de las etiquetas, y en un contexto de generación de contenidos a mansalva?

– Trabajar en un medio es tener el problema y la posibilidad, es una relación, perdonando la palabra, de ida y vuelta en la cual no solo se trata de prestación de servicio o entrega de tiempo. Es una relación de tensión. Hay que ver cómo la concebirá cada uno, al menos yo nunca hice diferencia. A los que nos gusta escribir y tenemos que tratar de vivir de la escritura, tenemos que encontrarle la vuelta. En general no es la venta de libros literarios, por lo menos en una sociedad con un mercado editorial como el nuestro. Trabajo en los medios desde hace mucho tiempo y no soy periodista, y carezco de toda vocación periodística. Ahí se produce un cruce, las formas de la escritura se bifurcan. Por ejemplo, Juan Gelman tiene su vocación literaria perfectamente canalizada, claramente marcada por su ejercicio de la poesía que tiene que ver con un uso muy personal de la lengua, y por otro lado no deja de ser un extraordinario periodista, usando la lengua de otra manera. Hay un universo de una y otra práctica de escritura que son coherentes pero no son intercambiables en el manejo del lenguaje. En el caso de Juan, en esos dos polos tan separados, ha habido todo tipo de cruces y variaciones. A nivel personal, trabajo en el limite de las dos cosas al escribir literatura en un soporte periodístico. En los ‘80 le lleve unas contratapas a Briante para el diario El Porteño, y me dijo “si querés escribir cuentos andá a escribir cuentos, pero no me vengas a robar el espacio para escribir lo que se te canta”. ¡Briante! Extraordinario periodista y crítico, gran cuentista, y, por supuesto, editor. También entreveró las cosas y en cada plano cumplía la tarea. Hoy yo puedo escribir un soneto sobre un gol de Cambiasso, proponerlo y el medio lo recibe. En ello influye el medio y su relación con su lector, las complicidades, los permisos que me den y los que yo mismo me de cómo escritor. En esencia, es una cuestión de práctica, de ensayo y error. Cuando estoy del otro lado del mostrador, como editor de la Revista Fierro, es lo mismo. Es la tensión, todo el tiempo.

– Ese estar del otro lado lo mantiene con los pies en la tierra.

– Claro. Cuidar la concreción del proyecto ante todo. Un medio es bueno cuando existe. La primera obligación que tiene un medio es hacerse para ser sustentable, porque sino de buena voluntad salen dos números nada más, no lo leyó nadie y no sirve nada. Eso es una mentira. Hay momentos para colmar el ansia de ver lo propio en papel: la revista autogestionada, los primeros pasos en el periodismo. Pero no se puede crear un medio sin la certeza de un plan. Luego, un medio es un vehículo. Tomando a Fierro como caso de revista, es un espacio para historietas en un lugar donde prácticamente no lo hay. Tiene que espacio abierto, en el sentido conceptual de la cosa. En el sentido no dogmático, creo que no existe una revista que me guste entera, hay unas que me gustan más y otras menos. Es muy complicado a un lector de Fierro le guste todo el contenido, y eso es una constante. Así me siento como editor, me siento cómodo trabajando de esa manera. En el caso de Ver para leer, por ser televisión de aire, en TELEFE y con tres temporadas hechas ya, hay grandes condicionamientos y también grandes posibilidades. Contar con ese espacio es lindo primero porque exista y puede verlo la gente, aunque no lo hagan por el interés en los libros, sino porque el programa está bien hecho. Prefiero eso a dependa de un anunciante, o que el estado lo tenga que bancar. No es así, no debe ser así. Se puede hacer un buen programa de televisión sobre baile, sobre comida, o sobre libros, o podes hacer un mal programa de cualquiera de esos tres. La forma es muy importante. No suelo mirar programas de tipo gourmet, pero me gusta ver Karlos Argiñano. Me convence. Si yo puedo hacer con los libros lo que Argiñano hace con la comida, yo voy a estar contento con eso.

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